Luciérnaga es desgarrarse la piel para mostrar aquello interno, el arte de quitarse un peso
de encima y gritar lo que uno lleva dentro sin tapujos. Es un antes y un después, un punto
de inflexión sincero que busca el diálogo, mediante la poesía, entre personas inquietas. Es
también, en segundo plano, un progreso, una evolución personal.