Claudio retrocede hasta volver a ser un niño de cinco años y rescata del pasado las anécdotas, las personas y los acontecimientos históricos que marcaron su vida. A través de ese ejercicio fragmentario del recuerdo, la mirada de Benedetti se detiene en anécdotas que llaman a la reflexión, y ofrece otras que todos podríamos reconocer como claves en la vida de un niño, de un adolescente o de un adulto: la desolación ante la muerte de la madre, el descubrimiento del amor, el acercamiento al sexo, la conciencia social, la experiencia del goce y la asunción del dolor; en suma: el poso que dejan los años y las personas a las que amamos, y que fundamenta nuestra trayectoria existencial.
La borra del café consta de esos 48 fragmentos, y de dos enigmas, que quizá sean uno solo: el halo trágico de una hora, las tres y diez, y la fugitiva presencia de una misteriosa mujer, que una vez entro en el cuarto de Claudio trepando por una higuera.