El cerebro se ha convertido en el centro de explicación de los asuntos humanos. De pronto, es como si todo dependiera del cerebro y no fuéramos más que un montón de neuronas. La neurociencia ha llegado a ser la ciencia reina, con la complicidad de las ciencias sociales, de las humanidades y de la filosofía. La cultura popular ha asumido el cerebrocentrismo como lo más natural. La divulgación neurocientífica, ya todo un género literario, no hace sino alimentar esta tendencia. Pero ¿obligan los métodos y hallazgos en el estudio del cerebro a pensar de esta manera? ¿El mayor conocimiento que se tiene hoy del cerebro se corresponde con un mayor y mejor conocimiento de asuntos como, valga por caso, los trastornos psicológicos, el yo, la libertad, el amor, la ética, la justicia, la economía, etc.? ¿No será, después de todo, el cerebrocentrismo una moda, un mito y una ideología?Este libro, que aquí presentamos en su segunda edición, plantea estas cuestiones y, así, desenmascara las seducciones neurocientíficas debidas a sus métodos y hallazgos (en particular, neuroimágenes), critica los usos que se hacen del cerebro en la explicación de los asuntos humanos y ofrece una alternativa en términos del trinomio cuerpo-conducta-cultura. La plasticidad cerebral, según la cual el cerebro es capaz de modificarse a resultas de la experiencia, viene a mostrar que, más que de las neuronas, dependemos de la conducta y la cultura y, para el caso, del alma, según Aristóteles, consistente en las acciones que conforman la vida de los organismos.