Hace unos años, en el jardín de la Carbonería, conocí a uno de los editores de La Navaja Suiza, la editorial independiente que se ha propuesto reeditar la obra de Concha Alós (1922-2011). No sé cómo, hablando de esas cosas que se dicen los desconocidos que no saben muy bien por dónde empezar, nos pusimos a hablar de Concha Alós. Y el editor me contó que, cuando tomaron la decisión de reeditar “Los enanos”, les costó muchísimo encontrar a la persona que tenía los derechos de la novela. En un momento dado lograron contactar con un sobrino lejano, quien los remitió a una prima también lejana, o quizá fue al revés, una prima lejana los remitió a un sobrino lejano, pero al final resultó que ninguna de aquellas personas era el heredero legal, así que no pudieron localizar al pariente que tenía los derechos. De hecho, la reedición se publicó en 2021 con una breve nota en los créditos en la que se informaba, textualmente, de que “la editorial ha tratado de ponerse en contacto con los tenedores de los derechos de la obra, sin éxito”. Según me contó el editor, fue un caso rarísimo porque todo el mundo sabe que los dueños de los derechos aparecen incluso debajo de las piedras cuando hay una leve oportunidad de cobrar un dinero, por escaso que sea. Pero no fue el caso. Nadie tenía los derechos de la obra de Concha Alós, como si ya no quedara ningún rastro visible de la escritora. Concha Alos se había borrado por completo, y no sólo físicamente, sino también su memoria, su vago recuerdo.
Después, por fortuna, las cosas cambiaron. Una vez que se reeditó “Los enanos”, se empezó a hablar con admiración de aquella escritora que había sido muy conocida en los años 60 (mi padre tenía sus novelas en su biblioteca), pero que después cayó en el olvido absoluto. Incluso ahora, la Wikipedia da la fecha errónea de su nacimiento como 1926, cuando en realidad se sabe que nació en Castellón en 1922, aunque ella se cambió la fecha de nacimiento para parecer más joven que su entonces pareja, el escritor mallorquín Baltasar Porcel, que era 15 años más joven que ella (y a quien está dedicada la novela, por cierto). Concha Alós estaba casada y vivía en Mallorca cuando conoció al jovencísimo Porcel -un aspirante a escritor con una ambición digna de un personaje de Balzac- y los dos huyeron juntos a Barcelona. Parecía la trama de una novela de Stendhal, pero fue una historia muy real.
“Los enanos” (1962) no es una novela fácil de leer porque el áspero sabor de la realidad se te mete en la boca como si fuera una vaharada de salfumán. En la novela no hay nada agradable ni hermoso ni noble, salvo la desgracia humana de sus personajes obligados a vivir en una mísera pensión de Barcelona sin perspectivas ni esperanzas ni más sueños que salir como sea de aquel agujero. Puede que no haya quedado rastro de Concha Alós -ni herederos ni familiares ni siquiera conocidos-, pero cualquiera que lea esta novela sabrá que tiene entre las manos algo muy parecido a la verdad.
Eduardo Jordá, escritor y traductor
Por sexto año consecutivo, el Taller de Lectura con Eduardo Jordá centrará nuestra programación cultural para la temporada 2023-2024
El formato del taller es presencial y virtual.
A continuación detallamos las fechas y las lecturas propuestas: